Pedro de Valdivia es la figura dominante en muchas plazas de armas. En tiempos recientes, por lo general en el extremo opuesto, como en Santiago y Concepción, se ha erigido un monumento que honra la memoria indígena de las raíces nacionales. Ello en un país donde por las venas de la mayoría de su población corre, en distintas proporciones, la sangre de los pueblos originarios.
Patricia Troncoso, la "Chepa", calificada como activista de la causa mapuche pues no cumple con los criterios de pureza sanguínea para considerarla parte de su pueblo, recuerda a Guacolda y a Fresia, a quienes canta "La Araucana", de Alonso de Ercilla. La fuerza y decisión de Fresia hielan la sangre.
Al ver apresado a Caupolicán le arroja su hijo con las siguientes palabras: "Críalo tú, que ese membrudo cuerpo, en cuerpo de hembra se ha trocado; que yo no quiero el título de madre del hijo infame del infame padre". Si esas fueron sus palabras o son producto de la pluma de Ercilla poco importa.
El autor eligió bien el episodio para simbolizar la voluntad inquebrantable de los mapuches: ¿qué señal más potente puede haber que una madre que arroja a su hijo antes que aceptar la derrota de su pueblo?
Se podrá estar de acuerdo o no con Patricia Troncoso, pero su voluntad de hierro y consecuencia son admirables. El Gobierno tardó demasiado en encontrar una fórmula para detener su huelga de hambre. Su muerte hubiese marcado un hito trágico. En definitiva, la autoridad hizo lo que correspondía al conceder algunas granjerías.
Ello, en todo caso, no es gran cosa si se considera que el origen del conflicto se debía a la aplicación de una ley del período dictatorial, que no se piensa abolir y que incluso el fiscal nacional amenaza con volver a aplicar, y que multiplica las sentencias de los delitos considerados como acciones terroristas. La aplicación de criterios antiterroristas a los protagonistas de la violencia social mapuche es una aberración.
Los ataques y quemas de propiedades ejecutados por grupos de activistas no calzan con ninguno de los criterios del accionar terrorista. Si subcontratistas de la minería queman buses, o pescadores artesanales o estudiantes queman propiedades, no se les acusa de "incendio terrorista".
Pero a los mapuches sí. La calificación de terrorista cabe en el marco de una campaña concertada en que el método clandestino de lucha armada es el dominante. A los lectores que deseen profundizar en este tema les sugiero mi libro anterior, "El fantasma del terrorismo", dedicado enteramente al tema.
La vieja derecha autoritaria es clara: exige mano dura y emplear toda la fuerza del Estado contra los comuneros indígenas que luchan por reivindicaciones territoriales. Para ella no hay dudas que se trata de terroristas. Eso es comprensible, puesto que las grandes empresas madereras y agrícolas se sienten amenazadas. Culturalmente emerge el viejo espíritu de los dueños de fundo que piden poner al indio en su lugar.
La mayoría de los chilenos, sin embargo, son ambivalentes ante los mapuches. Hay una simpatía difusa que proviene en parte de la historia y en parte de la aceptación de que existe una deuda histórica. Ningún chileno ignora la discriminación social de la que son víctimas los indígenas.
Expresiones cotidianas como "ya le salió el indio", para designar comportamientos primitivos o brutales, revelan una concepción subconsciente que cree que el hombre evoluciona desde su condición indígena a un arquetipo europeo. En Venezuela un chileno me explicaba, con el mayor candor, que en el país todavía quedaban muchos negros. En ese caso la escala evolutiva iba de oscuro a blanco.
El rechazo solapado a confrontar las actitudes frente a los indígenas se expresa de muchas formas. Me resultó ilustrativo hablar con un productor de teleseries a quien le pregunté por qué no se había hecho una con los mapuches como protagonistas. Me señaló que se habían realizado sondeos con personajes mapuches y que los resultados, en términos de identificación y rating, fueron decepcionantes.
De hecho, en un caso un personaje con marcadas características indígenas fue suavizado hasta borrarle toda referencia a su origen. Las consideraciones de mercadeo son muy indicativas de las percepciones aspiracionales de la población.
El Gobierno y la sociedad chilena deberían seguir el ejemplo australiano. El próximo 13 de febrero, dedicado a reconocer al pueblo aborigen, las autoridades pedirán disculpas por las injusticias cometidas por generaciones precedentes. Ése es un buen primer paso para avanzar en la construcción de sociedad multicultural.
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