Periódico electrónico afirma que el nombramiento es "un reconocimiento expreso del fracaso de la actual institucionalidad para generar soluciones permanentes y condiciones de diálogo y paz social", y es "un indicio claro de la falta de voluntad política de los gobiernos de la Concertación para instalar una doctrina democrática en el tema". Tal cual. Reproducimos el texto editorial.
La designación de un comisionado presidencial para restablecer una iniciativa de normalización en el conflicto mapuche reviste una doble significación política. En primer lugar, implica un reconocimiento expreso del fracaso de la actual institucionalidad indígena para generar soluciones permanentes y condiciones de diálogo y paz social con el mundo mapuche. En segundo lugar, es un indicio claro de la falta de voluntad política de los gobiernos de la Concertación para instalar una doctrina democrática en el tema.
Es evidente que en el último tiempo los diferentes organismos públicos, incluida la policía, han actuado de manera descoordinada y sin una estrategia clara, siendo abiertamente superados por la complejidad de los hechos. La decisión presidencial de asumir directamente la responsabilidad política del tema, recurriendo a una figura tan lejana de la forma institucional republicana como lo es un comisionado, indica el grado de deterioro que había alcanzado la situación.
En esta misma sección señalábamos en la primera semana de enero, comentando la muerte del estudiante Marías Catrileo, que el asunto trasciende largamente el tema de tierras y se ha instalado como un problema de derechos políticos, cultura y propiedad en el sentido amplio de la palabra. Los temas del racismo y la exclusión son el telón de fondo de actos de fuerza y violencia con que está marcada la relación de comunidades-agricultores (forestales) y policías. Y terminábamos señalando la urgencia de "una respuesta rápida y eficaz que restablezca las confianzas y ponga visos de diálogo a un tema que empeora día a día".
La designación del comisionado tiene, en todo caso, una ventaja, cual es reponer el tema en el más alto nivel de responsabilidad y gestión política. Ahora, lo esperable es que efectivamente haya un ordenamiento y en particular una jeraquización de los problemas más agudos. Así, el comisionado debería definir pronto los ámbitos y tareas donde intentará poner prioridad en la búsqueda de soluciones, y legitimar y socializar esa agenda, de modo que una importante mayoría nacional considere que es un camino viable.
El ambiente de escepticismo que se respira tiene que ver con que no es primera vez que se crean mecanismos especiales, los que han terminado en nada o muy poco, alimentando el escepticismo de las etnias indígenas, especialmente la mapuche.
Fuente:
El Mostrador. 2 de febrero 2008
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