Por: Marcel Claude
No sé qué era más predecible el último 21 de Mayo ¿el discurso presidencial o la reacción de la clase política? Lo cierto es que ambas cosas no se salieron del cansino libreto al que nos tiene, más que saturados, esa selección de figuras denominada “clase política”. La Concertación en masa apañando el discurso y la Alianza casi matemáticamente a fustigarlo con toda fuerza y energía. Ambas coaliciones no estuvieron ausentes de razones para hacer lo que hicieron, está claro que “hay razones para cualquier acomodo”, pero mucho más que razones hubo oportunismo electoral e ideológico que no es sino parte de la obra teatral de la actual política chilena.
No es mi interés aplaudir a los actores en juego ni comentar cual de los dos bandos tuvo el mejor desempeño teatral. Lo más justo, a mi parecer, es mirar el sustrato fundacional del discurso, el diseño de sociedad que perfila y configura e independientemente de las repartijas y beneficios que algunos alcanzarán, no me cabe ni la menor duda que no hay letra ni palabra ni frase de la Dra. Bachelet que no sea un grito a los cuatro vientos de que en Chile las cosas no van a cambiar. Dedicación exclusiva para los salmoneros, ofreciéndoles, esta vez, apoyo para que puedan superar la crisis sanitaria que enfrentan. Respaldo irrestricto al proyecto de centrales hidroeléctricas de Aysén que son necesarias para dar curso a la demanda energética del desarrollo exportador. Recursos -40 millones de dólares- para la imagen país y así fortalecer las exportaciones chilenas que hacen básicamente las grandes empresas que no superan el 1% del total de ellas.
No es mi interés aplaudir a los actores en juego ni comentar cual de los dos bandos tuvo el mejor desempeño teatral. Lo más justo, a mi parecer, es mirar el sustrato fundacional del discurso, el diseño de sociedad que perfila y configura e independientemente de las repartijas y beneficios que algunos alcanzarán, no me cabe ni la menor duda que no hay letra ni palabra ni frase de la Dra. Bachelet que no sea un grito a los cuatro vientos de que en Chile las cosas no van a cambiar. Dedicación exclusiva para los salmoneros, ofreciéndoles, esta vez, apoyo para que puedan superar la crisis sanitaria que enfrentan. Respaldo irrestricto al proyecto de centrales hidroeléctricas de Aysén que son necesarias para dar curso a la demanda energética del desarrollo exportador. Recursos -40 millones de dólares- para la imagen país y así fortalecer las exportaciones chilenas que hacen básicamente las grandes empresas que no superan el 1% del total de ellas.
Para las clases medias y pobres lo de siempre: palabras de buena crianza y efecto placebo. Subsidio para comprar motores eléctricos para las pymes; gratuidad de la PSU, computadores personales para los niños pobres destacados; bonos de 20 mil pesos para los pensionados pobres; etcétera.
No es que me parezcan mal este tipo de regalías -las aplaudo y mucho- pero, ellas no cambian el carácter del proyecto país al que nos tienen sometidos y es por ello que esta pieza de oratoria no es sino la certificación de que no hay nada que esperar de este gobierno. Sólo tres cosas a mencionar: se mantiene el modelo educacional consagrado en la LGE que avala el lucro en la educación; reconocimiento de la necesidad de mejorar las condiciones en que los trabajadores negocian pero nada más que palabras; y en el presupuesto municipal continuará el problema de la enorme desigualdad.
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